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Exposición de pintura Dos de Espadas / 20 de mayo de 2023 / Maikel Sotomayor y Richard Somonte



La carta sobre la mesa.



El dos de espadas en el lenguaje del tarot advierte sobre un enfrentamiento, disputa o contradicción y, al mismo tiempo, sobre su resolución y consecuencias. En “la Brisca” o “Muerte al tres”, donde se utiliza la baraja española y que cuenta con fervientes practicantes en la Europa mediterránea y América Latina, esta carta forma parte de un enjundioso entramado de jerarquías; aunque desestructura cualquier noción clásica que entiende la consecución “natural” de los números proporcional al valor numérico de los mismos, al ser el uno o “as” la carta que más “tantos” acumula y esta -el dos-, ninguno. Sin embargo, el dos es capaz de cambiar el “palo” que está sobre la mesa, la simbología que ha estado dominando hasta ese momento. Es decir, aún conserva en este juego la propiedad de desestabilizar las estrategias planteadas y cambiar el curso de los acontecimientos.

Para esta bipersonal de pintura, el dos de espadas es la carta ganadora, la que ha absorbido toda esta jerarquía y resume estas acepciones en imagen y concepto: la esencia de cada obra expuesta, así como la conexión entre ellas. Proponemos, entonces, explorar otras versiones de los hechos poco atendidas y conocidas; aquellas historias que se han quedado fuera de la gran construcción del Relato que se ha vendido como única variante para entender el pasado y la realidad actual. A veces sin querer, y otras en plena conciencia, hemos descompuesto mitos y otorgado a ciertos personajes/personalidades -aquellos que la historia ha catalogado y colocado en el bando ganador o perdedor- el derecho a ser observados desde otras posturas. Ya no se trata de buenos y malos -estas clasificaciones se han quedado obsoletas para las narratologías recientes- sino, más bien, de víctimas y victimarios; seres que han jugado roles determinados en situaciones que dependen de quienes las juzgan. Defendemos la cualidad poliédrica de cada personaje y situación, que bajo ningún concepto es una unidad de medida, sino simplemente la capacidad de generar múltiples sentidos; matices diversos devenidos en lecturas diversas, e impulsos emocionales y morales que determinan acciones.

Es este un diálogo entre ambos artistas, una confrontación pictórica desde actitudes estéticas, que subrayan dentro del lenguaje pictórico a la figuración como medio para expresar el imaginario personal de cada uno. Por un lado, Richard Somonte, atiende mediante un discurso irreverente ciertos iconos culturales que van desde excelsos representantes del status quo hasta arquetipos y reconocibles símbolos del middle-culture y underground. Su irreverencia radica especialmente en hacer convivir elementos simbólicos aparentemente inconexos, que sitúan a esos personajes retratados dentro de otras nociones semánticas. Por otro lado, Maikel Sotomayor recurre a relatos que localizan su escenario en tierras americanas y que surgen del encuentro entre sus pobladore(a)s originario(a)s y las fluencias europeas, especialmente, las españolas. Es el paisaje en Sotomayor -una vez más- cómplice y testigo aparentemente apacible de tensiones socio-culturales; donde la presencia de un elemento natural, por ejemplo, sirve de metonimia a complejos procesos históricos relativos a la colonización y la transculturación.

No pretendo en estas líneas develar la magia tras las piezas, pero sí creo acertado llamar la atención sobre ciertas ironías culturales: ¿no ha encontrado Manolete -icono de la tauromaquia en España- la muerte al ser embestido por un toro bravo mientras se encontraba en la cúspide de su carrera? ¿No resulta acusadora la mirada que lanza de soslayo un Adán “amerindio”, mientras Eva, también “india”, toma un fruto exógeno traído por manos extranjeras, cultivado en su propia tierra? Sirvan estas palabras y cuestionamientos como acompañamiento para el recorrido por la muestra, la imagen en el verbo.

Ambos discursos convergen en la problematización no solo del desarrollo de los hechos, sino también de la manera en que se han contado, la manipulación que ha sufrido la Historia. Proponen particulares reinterpretaciones; desde el título de la exposición, atender a los puntos de giro, los puntos neurálgicos de cada relato y reflexionar sobre el lugar en que han sido colocados sus seres actuantes.


Nayr López García









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